lunes, 12 de mayo de 2008

EN MEMORIA


ELLA VIVIÓ PARA AMAR

Por José Luis Conde Ayala

Cuentan quienes compartieron sus ultimas horas que su canto de cisne fue arropar al pequeño Victor, llevarlo de la mano hasta su casa, protegerlo de las sombras y la noche, ahuyentar con su charla y risas los miedos del niño mientras cruzaban las calles desiertas... Carmen era así, simplemente estaba viva las veinticuatro horas del día los siete día de la semana y sin descansar nunca, porque Carmen amaba sin pausas, sin pedir que la relevaran de ese -a veces- duro oficio, quizás porque no supiera vivir de otra forma que no fuera dándolo todo o quizás no pudiera ser otra cosa, incluso esa noche tremenda, premonitoria, apabullante, larga e inacabable, en la que se apagó para siempre ella y morimos los demás…

Carmen murió en hora imprecisa, sin determinar, y para unos antes que para otros, pues tan increíble resultaba la noticia que a más de uno pareció un mal sueño o pesadilla de tan inconcebible… Y más de uno hubo de esperar al amanecer y las primeras luces para creerlo, para amargamente reconocer que la noche había hecho una de las suyas y para convencerse que nuevas sombras de muerte le iban helando el corazón.

Carmen seguro que murió tal como vivió, y seguro que exhaló su último aliento amando.

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