sábado, 19 de julio de 2008

JULIO Y LOS RUMORES DE ANOCHECER

Julio no es un mes cualquiera desde hace setenta y dos años para el imaginario de bastantes generaciones porque no sólo es el primero del verano que se inicia sino que en lo más profundo de su memoria es sinónimo de la gran migración. Julio es temblor, compulsivo desplazamiento a otras geografías para huir de una y terrible realidad y para buscar una vida que se niega en el origen, del éxodo de familias enteras que huyen con sus enseres camino de la nada, del tránsito por carreteras polvorientas y machacadas por un sol que derrite los sueños: Julio es, en realidad, sinónimo de nomadeos e incertidumbres, de búsqueda desesperada, de huida agobiante, de miedo a quedarse a merced de las bayonetas que amenazan y de las balas ardientes que preludian la nada.

Ocurrió un domingo de hace setenta y dos años -de un mes de julio terriblemente colérico - cuando se acabó el mundo, cuando se comenzaron a escribir terribles historias que aun nos perturban, cuando los caminos dejaron de ser ríos de polvo porque eran ríos de sangre y lágrimas, de caminos llenos de sombras sin rostro que ansiaban poner tierra de por medio entre el origen y la meta: allá al final del camino –se dicen los forzados viajeros, con voz ronca por la sed y el miedo, por el cansancio y la angustia- quizás el descanso, quizás un vaso de agua fresca del pozo, quizás el final de la locura y el fin de la pesadilla.

Julio, aquel domingo de Julio de hace setenta y dos años, fue el prólogo de un viaje inacabable para muchos cientos de miles de involuntarios viajeros, y tan inacabable que para algunos aun continua: aun merodean hijos de la vieja España por Güssen, por los desiertos de Libia, por los fiordos Noruegos, por los meandros del Jarama, entre las ruinas de Belchite o entre barrancos y hondonadas que no aparecen en mapas ni itinerario alguno… Y están perdidos, sin papeles, sin brújula que les oriente y que les facilite el retorno, pues son, aquellos forzados viajeros de hace setenta y dos años, sombras y polvo y rumores del anochecer.

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