miércoles, 17 de septiembre de 2008

PEOR QUE EL INFIERNO

¡Que desgracia, que pena lo de mi hermano Antonio!... Era lo menos que decía la anciana Carmen cuando se refería a la muerte de su hermano aquel sábado 15 de Agosto del 1936 pasado el mediodía, a la hora de más calor y a la puerta de su casa. Y la anciana lo decía con rabia, sin perdonar, con la mirada llena de iras, temblándole la voz y la mandíbula a causa del doloroso recuerdo. ¡Que desgracia, que pena lo de mi hermano Antonio! repetía una vez y otra. Y cuando se calmaba un poco añadía con gran tristeza, algo más controlada, más sosegada, que en la puerta de su casa lo asesinaron a tiros, que allí lo dejaron tirado como un perro, y que allí estuvo cinco horas sirviendo de pasto a moscas, hasta que las nuevas autoridades les permitieron (a ella y a su marido) recoger el cadáver-

Mala fue la noticia que anunció su muerte en aquella terrible tarde agosteña tan colérica y dolorosa: “Carmen, a tu hermano Antonio le ha ocurrido una desgracia, lo han matado los moros cuando iban buscando a la revolucionaria de tu cuñada …” Y ante la cara de estupor de Carmen en aquel día que nadie sabía de qué dependía continuar viviendo añadió el mensajero con voz carrasposa por la emoción, como si intentara minimizar la noticia “Lo han matado por equivocación, en la puerta de su casa” Malas fueron las horas de angustiosa espera, pero peor fue verlo boca arriba, descoyuntado su cuerpo, con los ojos abiertos y velados por una capa blanquecina, con la boca a medio abrir y con moscas muy negras y gordas zumbando sobre su rostro, con la lengua ya hinchada, con el pecho ensangrentado y destrozado por las balas y allí tirado de mala manera, en la misma puerta de su casa, entre cajas vacías de zapatos y restos de sus pertenencias, pues no tuvieron bastante con matarlo sino que sus convecinos, encanallados quizás por las circunstancias y los egoísmos, aprovecharon para robarle, para saquear su zapatería, añadía con lágrimas en los ojos.

Pero si mala fue la noticia, si malo fue verlo de aquella manera, si malo fue llevar a su hermano en unas angarillas por las empinadas cuestas del pueblo hasta el cementerio aun le quedaba pasar por lo peor, pues el sepulturero, a las puertas, no permitió que allí entrara, diciendo que tenía órdenes de impedir que los ejecutados fueran enterrados dentro del cementerio. Así que la anciana, que por entonces no era una anciana sino una hermosa muchacha, castaña rubia y ojos claros y madre de dos hijos pequeños, tuvo que hacer de tripas el corazón y tragarse la bilis que ya la asfixiaba ¿entonces dónde? preguntó desesperada, aunque se barruntaba la terrible respuesta. El sepulturero giró su cabeza a la izquierda y con un gesto del mentón señaló al corralón contiguo, que era un solar dejado de la mano de dios y hábitat de alimañas, conocido en el pueblo como cementerio de los ahorcados, donde se enterraban de mala manera, sin cruces ni responsos, sin lápidas, sin memoria, a todos los desgraciados que decidían quitarse del medio o criminales muertos sin confesión… El sepulturero, al fin y al cabo persona de bien, añadió, refiriéndose al muerto y al corralón “Es la peor manera de acabar y el peor sitio donde se puede acabar, peor que el infierno” sentenció.

No hay comentarios: