domingo, 2 de diciembre de 2007

DIARIO DE UNA NOVELA

Todo comienza en el verano de 1989, cuando por angustiosas circunstancias tuve necesidad de autoretratarme y hube de crear un personaje para que me justificara ante lo ojos de los demás. Pero el proyecto quedó aparcado hasta el amanecer de principios de Julio de 2007 cuando me despertó la cara tristes de Monterito: reclamaba -con furia- que por fin contara su historia de perdedor, que contara su penosa vida desde 1922 hasta mediados de septiembre de 1936 cuando muere de forma disparatada en un hospital de sangre en Málaga . La novela comenzaba cuando Monterito en 1922 en un arranque, desesperado por hallar la muerte, abandona todo y se va voluntario al matadero de Marruecos y se alista en el Tercio de Extranjeros, donde anhela que una bala riffeña lo reviente y acabar de una vez, pero la mala suerte o su destino lo impidió.
Esa historia, que compulsivamente me puse a escribir aquel mismo amanecer y que comienza En aquella mañana que olía a muerte por todos lados Monterito, más conocido por el alimañero entre los desafortunados que tuvieron la mala suerte de tratarlo en mayor o menor grado, y apodado así no por dedicarse a ese menester sino porque su mirada vacía, desmotivada, sin alma, helaba la sangre de quienes osaban mirarlo de frente y del que decían que tenía malas entrañas y peores instintos según el parecer de muchos, pero equivocados todos porque el tal era, si es que era algo, víctima más que verdugo, se dijo que había llegado la hora de pagar las deudas que tenía pendientes desde el mismísimo día que nació... Pues bien esta historia que comenzaba de esa manera tan tremenda me llevó, sin proponérmelo, como si los muertos estuvieran vivos, a otras historias que ignoraba, y al día de hoy el conocimiento ha traspasado todos los límites de la prudencia y el buen juicio, pues sus personajes se han apropiado de mi voluntad y entendimiento, y de entretenimiento pasó a necesidad, y de personajes borrosos a personajes bien definidos, a personajes cercanos que me duelen, de nuestra sangre, que se criaron en nuestras calles antequeranas, que aprendieron a amar a rostros que hicieron otros rostros que hoy -setenta u ochenta años más tarde- amamos... Aquí contaré historias de los nuestros, historias de las guerras y de esperanzas truncadas, de sueños machacados por las hambres y la muerte, de carne joven triturada en los frentes de guerra, de carnes podridas en profundas mazmorras e infectas mancebías.