jueves, 1 de octubre de 2009


Ellos eran Antonio y Carmen el día que se casaron. Más de un año de búsquedas agobiantes por archivos y censos hasta dar con el rostro de ella, y en ocasiones me sentí tan obsesionado por averiguar sus vidas, por poner rostros a su desdichada historia, que a veces casi lloraba en silencio por no encontrar nada.
Se lo debía a ellos, a los dos por su increible historia de amor mientras vivieron, se lo debía, me lo debía, porque eran de mi sangre, la de mi madre, y porque fueron asesinados vilmente por gentes viles un 15 de agosto de 1936 en Archidona, en la archidonesa calleja del Colegio ante el estupor y espanto de quienes lo presenciaron, y se lo debía, fundamentalmente porque los dos fueron muertos doblemente muertos porque eran muertos sin nombre ni rostro... hasta hoy.

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