lunes, 10 de mayo de 2010

TAMBORES DE GUERRA


Instructores militarizados en primera línea, bien uniformados grandes y chicos y según las ordenanzas castrenses: están en las afueras de Antequera y quizás a finales del verano del 36 o en la primavera del 37, están en un descampado y quizás cerca del río para que los aprendices de guerreros a nadie molesten con sus estridencias de tambores de guerra y puedan maniobrar a placer y hasta aprender hacerlo milimétricamente...
Nada parecido a las caóticas imágenes de las milicias republicanas de unos meses antes, a aquellas imágenes donde cada uno iba como su razón daba entender o estrafalarias posesiones permitían, con monos de trabajo y alpargatas, con sombreros de paja o boinas, con cascos tan antiguos que parecían sacados de las guerras franco-prusianas, pero vestidos con la frescura y energía, con la autenticidad y pasión, con la alegría y espontaneidad, de un pueblo que descubría el protagonismo y la razón de su propio ser y destino. (foto Archivo Anaya)

1 comentario:

Unknown dijo...

Vete a tomar por el culo con la frescura y las alpargatas.